Se hizo tarde

Se hizo tarde

Se hizo tarde y en el taller de los arbustos el Roble se quejaba de su falta de flexibilidad, el Cedro se mantenía erguido y apenas doblaba sus hojas para saludar y Pino ya hacia tiempo que no daba piñones, desde que la última tormenta lo dejó mirando hacia atrás no hubo piña que soportara su presencia ausente. Mientras, la hiedra se mezclaba entre ellos intentando camuflar los males infringidos por el tiempo.
Nadie se atrevía a hablar con las Secuoyas, algunos por respeto y otros por miedo a ser engullidos bajo las raíces fuertes de su experiencia. Bambú, apenas perceptible, parecía ignorar las incomodidades compartidas de sus compañeros mientras su figura bailaba enamorada a través de la luz que se filtraba furtiva entre las sombras.
Aquel día, el Sol habló y se entregó a la lluvia para evaporarse entre las nubes y el viento, sin pedir permiso, se presentó inoportuno como siempre hacia, empujando y silbando.
Roble quiso explicarse y ya no pudo, sus ramas se quebraban desde la articulación de su cuello cansado de tanto negar, Cedro intento doblarse para esquivar la tormenta, pero no supo como hacerlo y Pino lloraba tanto que se inundó en su propio llanto.
En ese mismo instante, Secuoya levantó raíces hasta alcanzar el cuello de Roble hasta darle alivio, abrazó a Cedro hasta voverlo niño y tragó de un sorbo las lágrimas de Pino.
Entonces Bambú se acerco a Secuoya aprovechando el ritmo salvaje del viento y enredó sus raíces hasta regresarlas al suelo. Su naturaleza amorosa, ligera y sencilla estremeció al Sol tímido del día que salió ansioso por verlo bailar.
La lluvia se hizo arco iris y el viento brisa.
Dicen que desde entonces, en el taller de los arbustos, ya no se enreda la hiedra.

Azul azulado este cuento de cielo claro.

Eva T.Font